URUMQI, 31 ago (Xinhua) — En un restaurante de cocina cantonesa de un área de nuevo desarrollo en Urumqi, la capital de la región autónoma uygur de Xinjiang (noroeste de China), la cajera Parida Abdukeyum se encontraba ocupada cobrando las cenas mientras atendía las reservas telefónicas. La joven uygur, de 23 años, es oriunda de Akto, uno de los últimos condados de Xinjiang que abandonaron la pobreza extrema a finales de 2020. Estudió en un instituto vocacional de Urumqi y encontró trabajo tras graduarse. Parida forma parte de las decenas de miles de mujeres jóvenes uygures en Xinjiang que han seguido su camino en la vida gracias a los cambios traídos por el progreso socioeconómico en la comunidad uygur, la cual antes pensaba que la mujer debía quedarse en casa, en vez de tener una carrera propia. «QUIERO VOLVER A TRABAJAR» En un esfuerzo por alentar a los jóvenes uygures a encontrar trabajo y crear oportunidades para una vida mejor, las autoridades locales se han dedicado a ayudarlos a emplearse en empresas, tanto de sus pueblos natales como de ciudades dentro y fuera de Xinjiang. Sin embargo, el programa ha sido etiquetado como «trabajos forzados» por Estados Unidos, que en los últimos dos años ha impuesto sanciones a decenas de compañías chinas por estas acusaciones. En vez de «proteger los derechos humanos», las sanciones unilaterales han socavado gravemente los derechos de los uygures, en especial de las mujeres jóvenes. Aminam Tulladin, una joven de 26 años procedente de Shache, el condado más poblado de Xinjiang, está entre quienes han perdido sus ingresos debido a las sanciones de Washington. En 2017, con la ayuda de su escuela secundaria vocacional, Aminam fue a trabajar como aprendiz en una empresa textil de la ciudad costera de Qingdao, en el este de China. «La primera vez que tuve un salario, me sentí extremadamente contenta porque lo gané con mis propias manos», recordó Aminam. Lo que le hizo aún más feliz a la joven uygur fue que la empresa instaló más tarde una planta en su pueblo natal. En marzo de 2018, Aminam fue contratada como empleada formal de la compañía, trabajando en la planta de Shache. Aminam, como trabajadora cualificada, ascendió a jefa de sección en 2019. «En ese momento, podía guardar parte del salario para mí, mientras mandaba el resto a la familia, especialmente para contribuir al gasto escolar de mi hermano menor», explicó. Justo cuando Aminam y los otros cientos de mujeres uygures estaban abrazando su nueva vida, el Gobierno estadounidense sancionó a la empresa por contratar a ellas. La planta, que antes creó casi 1.000 puestos de trabajo para la población local de Shache, ahora tiene contratados a menos de cien trabajadores. «No queríamos que nuestras empleadas pagaran el precio. Hicimos todo lo posible (por mantenerlas), pero fue demasiado duro. Solíamos tener bastantes clientes europeos y estadounidenses, aunque han dejado de tratar con nosotros por miedo a las sanciones de la Casa Blanca», lamentó el director de la fábrica en Shache. Aminam perdió su trabajo. Poco después se casó y tuvo un hijo. Toda la familia vive de su marido, que trabaja como chef de cocina. «Cuando estaba trabajando, no tenía que pedir dinero. Podía gastar el dinero que ganaba por mi cuenta como quisiera. Ahora, por supuesto, mi marido me proporciona el dinero, pero no me siento bien. Quiero ganar dinero por mí misma, no pedirlo. Quiero volver a trabajar», señaló Aminam. Tuersun Aibai, profesor asociado en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Xinjiang, comentó que ir a trabajar puede ayudar a las mujeres uygures a tener unos ingresos salariales relativamente estables, mejorar su estatus familiar y empoderarlas para vivir la vida que ellas mismas deseen. «Para una familia, la complementariedad de los ingresos económicos entre marido y mujer les hace disfrutar de un estatus familiar igualitario», indicó el académico uygur, quien había trabajado en una aldea del sur de Xinjiang. «Mientras tanto, trabajar es beneficioso para que las mujeres uygures comprendan las tecnologías de producción, el estilo de vida y los demás conceptos modernos, lo cual puede fomentar su conciencia del derecho a elegir y potenciar su capacidad para buscar una vida mejor», elaboró. COERCIÓN ECONÓMICA Las sanciones unilaterales no deben ser utilizadas como herramienta de política exterior y medio de coerción económica, advirtió Alena Douhan, una experta independiente de la ONU, refiriéndose a las medidas punitivas de Estados Unidos. «Durante mi visita, recibí numerosos informes sobre el impacto adverso de las sanciones unilaterales y las consecuentes implicaciones socioeconómicas que afectan a la vida de las personas», dijo en mayo pasado la relatora especial de la ONU sobre el impacto negativo de las medidas coercitivas unilaterales en el disfrute de los derechos humanos, tras su viaje oficial de doce días a China. Argumentó que el descenso de las actividades empresariales y la pérdida significativa de mercados internacionales por culpa de las sanciones unilaterales llevaron a la pérdida de empleos, con las consiguientes perturbaciones en los esquemas de protección social, al afectar desproporcionadamente a los más vulnerables, en particular en los sectores con gran intensidad de mano de obra, donde también se encuentran las mujeres. «Xinjiang se ve afectado especialmente, con sectores económicos clave y cadenas de suministro transfronterizas e internacionales interrumpidos por miedo a sanciones primarias o secundarias derivadas de supuestos lazos comerciales o productivos con esta región», precisó Douhan, que visitó varias ciudades de Xinjiang, así como Beijing y Shenzhen (sur). «Deseo reiterar la ilegalidad de la aplicación extraterritorial de sanciones unilaterales», insistió la experta, para quien «las sanciones unilaterales contra China no están en consonancia con un amplio conjunto de normas jurídicas internacionales y se aplican para presionar al Estado». La relatora especial presentará en septiembre su informe sobre la visita al país asiático ante el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU. En este sentido, Tuersun Aibai afirmó que las sanciones forman parte de la estrategia estadounidense de «instrumentalizar Xinjiang para contener a China», las cuales han vulnerado gravemente los derechos de las empresas y los trabajadores uygures, «habiendo creado desempleo forzoso». «Las sanciones impuestas por Estados Unidos han provocado más desafíos para las mujeres uygures, resultando en una disminución de sus ingresos económicos, su estatus familiar y su nivel educativo, lo que representa una flagrante violación de los derechos humanos», aseveró. Por su parte, el director del Instituto de Comunicación y Gobernanza Fronteriza de la Universidad de Jinan, Zheng Liang, quien creció en Urumqi, apuntó que las sanciones de Estados Unidos no tienen nada que ver con las supuestas preocupaciones por los derechos humanos. El propósito, a su juicio, es aplastar la economía de Xinjiang, provocar un desempleo masivo y socavar la estabilidad social. Zheng instó a las empresas chinas sancionadas a tomar medidas legales para defender sus derechos así como los de sus empleados uygures. Fin