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Especial: Barrio de capital mexicana preserva tradición y sustento familiar con cultivo ancestral de flor de Nochebuena

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Dic 9, 2025

Por José Gabriel Martínez y Pool Contreras MÉXICO, 8 dic (Xinhua) — Entre canales, chinampas y la consecuente humedad típica, cada invierno Xochimilco vuelve a encenderse en rojo y en San Luis Tlaxialtemalco, uno de los pueblos originarios de la emblemática alcaldía en la zona sur de la Ciudad de México, decenas de familias encuentran en el cultivo de la flor de Nochebuena un legado que sostiene su identidad y economía. «La producción de la Nochebuena es nuestra principal fuente de trabajo, porque es la flor que más nos deja economía y que llama a la población», afirmó la productora local, Nélida Jiménez Robles, en entrevista con Xinhua. De pie entre hileras de plantas cubiertas aún por el rocío, Jiménez explicó que esta tradición del cultivo de la emblemática flor mexicana le llegó de muy atrás. «Esta cultura viene desde nuestros antepasados (…) mis papás sembraban la flor de Nochebuena. Ellos nos la heredaron», recordó con emoción. En México, la «Euphorbia pulcherrima», originaria del país latinoamericano y conocida desde tiempos prehispánicos como Cuetlaxóchitl, que significa «flor que se marchita», es símbolo de la temporada decembrina. Con más de 300 hectáreas dedicadas al cultivo, esta actividad genera alrededor de 13.000 empleos y Xochimilco es uno de los principales centros de producción en la Ciudad de México, una de las localidades con mayor producción en el país. Para familias como la de Jiménez, la flor es más que una planta ornamental, es la columna vertebral de su sustento, en un proceso que cada año inician en marzo, cuando adquieren la plántula que sembrarán entre mayo y junio. «Aproximadamente, sembramos unas 10.000 Nochebuenas de diferentes tamaños y procuramos venderlo todo porque de ahí subsistimos, de ahí dependemos. Es un negocio familiar y todos dependemos de ahí», explicó la productora. La labor es intensa y la incertidumbre climática representa un desafío creciente, como este año que «ha llovido bastante y hace mucho calor», señaló Jiménez mientras observaba los invernaderos que su familia trabaja desde hace generaciones. «Eso nos ha mermado la producción, pero seguimos con esa ilusión y esa esperanza de obtener esta bella flor», expresó. «Me hace sentir la persona más feliz (…) contribuir a que tengan una flor de Nochebuena en sus nacimientos o en su árbol de Navidad», expresó. A poca distancia de sus invernaderos, en el Rincón de la Laguna, otra productora, Graciela Flores, revisa cada día de forma muy cuidadosa la pigmentación roja de sus plantas que conoce bien, pues comenzó desde hace dos décadas, al aprender de su madre y luego transmitió el oficio a sus hijos. «La planta para mí significa la paz, la Pascua. Es el amor, la unión de la familia», afirmó Flores, apellido que le hace mucha justicia a su ocupación. Para lograr el color intenso de las hojas de la flor, deben oscurecer el invernadero durante semanas. «Hay que poner el nailon negro, hay que oscurecer (el invernadero) para que (la flor) tome la pigmentación», explicó. Contó que sus hijos a pesar de que tienen estudios profesionales, siguen vinculados al cultivo de la bella flor porque «forma parte de ellos» y «a lo mejor es lo que les transmitimos: el amor, la paz, la tranquilidad que esto nos deja». Muchas familias productoras en Xochimilco dependen de forma total del ingreso que genera la temporada de la flor de Nochebuena. «Completamente dependemos de este cultivo. No tenemos otro ingreso más que esto (…) para nosotros es un 100 por ciento la economía, de aquí sale para todo», dijo Flores, antes de agregar que su producción, cerca de 8.000 plantas, logra colocarse cada año en mercados locales y puntos de venta. Ambas productoras de Xochimilco coinciden en que ver sus flores en hogares lejanos provoca una mezcla de orgullo y nostalgia. «Me siento satisfecha y orgullosa, es como ver crecer a un hijo: desde pequeñita hay que ponerle atención», subrayó Flores. En Xochimilco, la flor Nochebuena no solo ilumina diciembre, sino que mantiene vivas las tradiciones, sostiene a las familias y reafirma la identidad de un pueblo que ha convertido una flor en herencia, sustento y símbolo de esperanza. Fin

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