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ESPECIAL: Un largo viaje de cuatro siglos a través del Atlántico

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Sep 20, 2024
(240823) -- ACCRA, Aug. 23, 2024 (Xinhua) -- This photo taken on June 19, 2024 shows a view of the Cape Coast Castle, a former slave holding facility, in Cape Coast, Ghana. "Slave Coast" refers to a historic region along the West African coast. The name is derived from the trans-Atlantic slave trade on the continent. August 23 marks the International Day for the Remembrance of the Slave Trade and its Abolition. (Xinhua/Li Yahui)
ACCRA, 19 sep (Xinhua) — El 13 de mayo de 2024, la capital ghanesa de Accra fue testigo de un emotivo regreso a casa cuando Stevie Wonder, un icono de la música estadounidense, recibió su certificado de ciudadanía ghanesa de manos del presidente Nana Addo Dankwa Akufo-Addo, marcando un profundo hito personal en su cumpleaños número 74. Para Wonder, Ghana está repleta de asociaciones con sus raíces ancestrales. «Cuando vine aquí por primera vez, sentí la esencia de ello, como si hubiera estado aquí antes. Sabía que aquí es donde tenía que estar», reflexionó Wonder. En 1619, los primeros esclavos africanos registrados fueron trasladados a la colonia británica de Virginia, marcando el inicio de la vergonzosa trata transatlántica de esclavos que arrancaría a millones de personas de sus países. Cuatro siglos más tarde, en 2019, el Gobierno ghanés lanzó el «Año del Retorno», invitando a los descendientes de aquellos esclavos africanos a retomar las raíces de su herencia original. Ghana, el último hogar entonces visto por un sinfín de africanos condenados a la esclavitud, también se convirtió en el lugar de nacimiento del movimiento de independencia africana y el panafricanismo durante el siglo XX. RECUERDOS DE UN PASADO OSCURO «Vemos una arquitectura muy hermosa aquí», dijo Robert Morgan Mensah, quien ha sido guía durante dieciocho años del castillo de Cape Coast, «pero la triste historia detrás de ella nos recuerda lo que ocurrió durante el tráfico transatlántico de esclavos». El castillo de Cape Coast, situado en las orillas de la provincia Central de Ghana, tiene muros con cañones que miran al Atlántico. Según Mensah, los europeos construyeron más de 60 castillos a lo largo de la costa africana Occidental, superando los 40 solamente en Ghana, para facilitar el comercio transatlántico de esclavos. Cuando los europeos llegaron al Golfo de Guinea, a mediados del siglo XV, nombraron a las regiones en función de los bienes que buscaban. Ghana era la «costa de oro»; Côte d’Ivoire se convirtió en la «costa de marfil»; mientras que partes de los modernos Togo, Benín y Nigeria fueron bautizadas como la «costa de esclavos». Motivados por las enormes ganancias, los europeos colonizaron las Américas y el Caribe, tomando tierras y recursos mientras diezmaban a las poblaciones indígenas. Ante la acuciante necesidad de mano de obra, los europeos se volvieron hacia África. Alentados por sus Gobiernos, los mercaderes europeos se dedicaron a la trata de esclavos a gran escala, descrita por Karl Marx como «tráfico de carne humana.» Este intercambio comercial, conocido como «comercio triangular», unía Europa, África y las Américas. Los traficantes de esclavos navegaban de Europa a África Occidental con mercancías como vino, telas y armas, para luego transportar esclavos africanos cruzando el Atlántico en un angustioso viaje de seis a diez semanas conocido como el Paso Medio. Una vez en las Américas, los esclavos eran vendidos a dueños de plantaciones y minas. Los traficantes, por último, regresaban a Europa con envíos masivos de productos agrícolas y minerales. El castillo de Cape Coast, una de las mayores fortalezas de África Occidental, fue construido inicialmente por suecos, antes de ser tomado por los británicos. Los esclavos africanos capturados en el interior eran retenidos en mazmorras durante semanas o meses hasta que llegaban los barcos de esclavos. Mensah describió sus condiciones sombrías: cada una de las cinco mazmorras albergaba de 150 a 200 esclavos, encadenados, hacinados en un espacio oscuro y congestionado. «Las mazmorras estaban llenas de inmundicia. Y la enfermedad se propagaba rápidamente», reconstruía Mensah. «Muchos murieron aquí, sus cuerpos arrojados al mar, junto con quienes aún no habían sucumbido», lamentó. Por encima de las mazmorras, una pequeña iglesia ofrecía un marcado contraste. «Deben de haber escuchado los gritos de los esclavos mientras cantaban himnos», intuyó Mensah, señalando que tanto los esclavos como sus captores vivían y oraban dentro de las mismas paredes. En su obra «The American Slave-Trade: An Account of Its Origin, Growth and Suppression «(La Trata de Esclavos Americanos: Relato de Su Origen, Crecimiento y Supresión), el autor estadounidense John Randolph Spears detalla la miseria a bordo de los barcos de esclavos, donde los hombres esclavizados eran encadenados en parejas, obligados a acostarse en el suelo o de lado en condiciones asfixiantes. Las malas condiciones habitacionales y el largo viaje provocaron muchas muertes, con una tasa de mortalidad promedio del 15 por ciento. Cuando los recursos escaseaban, los esclavistas arrojaban por la borda a los más débiles para aligerar peso, reclamando más tarde una indemnización al seguro por la «carga perdida». Sherman-Peter, de Missouri, observador permanente de la Comunidad del Caribe (CARICOM) ante las Naciones Unidas, ha estimado que entre 12 y 20 millones de africanos fueron esclavizados durante cuatro siglos. TRABAJANDO HASTA LA MUERTE CRUZANDO EL ATLÁNTICO A unos 450 kilómetros al este del castillo de Cape Coast, otro inquietante monumento se erige sobre la playa de Ouidah, Benín. La «Puerta del No Retorno» homenajea a los africanos que fueron llevados por la fuerza desde la «Costa de Esclavos» hasta las Américas. «Un cañón podía ser canjeado por 15 esclavos varones o 21 esclavas mujeres», relató Espero de Souza, un guía beninés de 20 años descendiente de Francisco Félix de Souza, infame traficante de esclavos. Los esclavos eran subastados en la plaza Chacha, un centro logístico del comercio brutal que dominaba Francisco Félix. Los portugueses fueron los primeros europeos en desembarcar en Brasil a principios del siglo XVI, atraídos por la promesa de riqueza. Establecieron plantaciones de caña de azúcar, pero la población indígena, diezmada por el trabajo forzoso y las enfermedades, resultó insuficiente. Los dueños de las plantaciones recurrieron a los esclavos africanos, considerados más resistentes a las enfermedades y fáciles de controlar. En 1630, unos 170.000 esclavos africanos habían sido transportados hasta Brasil, haciendo de la caña de azúcar un cultivo intrínsecamente vinculado a la esclavitud. Como observó el historiador Wolfgang Leonhard, en 1638, el cien por ciento de los trabajadores de las plantaciones de azúcar eran esclavos africanos. En su libro «Cautivos como Mercancías: El Comercio Transatlántico de Esclavos», la académica estadounidense Lisa Lindsay describe las duras condiciones de vida en las plantaciones. Los dueños de las plantaciones, calculando el costo de la mano de obra, encontraban más rentable hacer trabajar a los esclavos hasta la muerte, para después reemplazarlos, en lugar de proporcionar mejores condiciones. En el siglo XIX, el embarcadero Valongo, un antiguo muelle situado en la zona portuaria de Río de Janeiro, se había convertido en el principal punto de entrada de esclavos africanos a Brasil, recibiendo millones de ellos durante dos décadas. El área alrededor del puerto, conocida como pequeña África, se convirtió en un centro de la cultura afrobrasileña, donde nació la alegre samba. Samba, símbolo cultural de Brasil en la actualidad, se cree que proviene del idioma Kimbundu de África Occidental, donde «Semba» era conocido como un baile animado. Según algunas teorías, los comerciantes de esclavos obligaban a los esclavos africanos a bailar en la cubierta durante el viaje para mantenerlos ágiles, haciéndolos más comercializables a su llegada. EL SINIESTRO AMANECER DE LA PRODUCCIÓN CAPITALISTA En 1814, un visitante europeo documentó sus impresiones acerca de una ciudad repleta de fábricas altísimas, cada una con colosales chimeneas que escupían hollín negro al cielo. Esto era Manchester, Inglaterra. En los albores del siglo XVIII, Manchester era una ciudad modesta, con apenas 10.000 habitantes. A mediados del siglo XIX, se había convertido en un centro vital para la industria textil de Gran Bretaña, con cientos de fábricas de algodón y productos exportados por todo el mundo. El primer premier de Trinidad y Tobago, el historiador Eric Williams, resumió el profundo impacto del comercio de esclavos en la industrialización de Occidente. «Fue esta tremenda dependencia del comercio triangular lo que hizo a Manchester», afirmó, refiriéndose al imperio británico como «una magnífica superestructura de comercio estadounidense y poder naval con base africana». Liverpool, originalmente un pequeño pueblo de pescadores, prosperó como destacado puerto para el comercio de esclavos antes de convertirse en una ciudad industrial. En octubre de 1699, el primer barco británico de esclavos documentado partió de Liverpool hacia el Caribe, transportando alrededor de 220 cautivos africanos. Durante el siglo XVIII, los barcos de esclavos de Liverpool traficaron alrededor de 1,5 millones de africanos. Ciudades como Londres, Bristol, Nantes, Burdeos, Ámsterdam y Zelanda también prosperaron gracias al brutal comercio de esclavos. Los beneficios de esta inhumana empresa impulsaron el crecimiento de las industrias manufactureras y de transporte en toda Europa. En su importante obra «El Capital: Una Crítica de la Economía Política», Karl Marx identificó la esclavitud y explotación de los pueblos indígenas de las Américas, el saqueo de la India y la transformación de África en un campo de caza de seres humanos con fines comerciales como momentos definitorios de las primeras etapas de la producción capitalista. Estos eventos fueron cruciales para la acumulación primigenia del capital. Los comerciantes de esclavos, a menudo con un modesto capital inicial, obtuvieron ganancias extraordinarias, en ocasiones hasta diez veces mayores. Un capitán registró un beneficio neto superior a 40.000 dólares en un solo viaje, en 1827, a pesar de desembolsar inicialmente menos de 4.000 dólares. El comercio de esclavos también estimuló el crecimiento de los sectores financiero y asegurador de Europa. Bancos y compañías de seguros lanzaron ávidos nuevos negocios vinculados al comercio de esclavos, mientras que aquellos comerciantes occidentales que amasaban fortunas gracias a la esclavitud se convirtieron en banqueros, invirtiendo sus sangrientos beneficios en empresas emergentes. Una investigación del proyecto del Legado de la Esclavitud Británica, del University College London, revela que una parte significativa de la riqueza actual de Gran Bretaña está vinculada a la esclavitud. Instituciones como Barclays Bank y Lloyds Bank levantaron sus fortunas merced al tráfico de esclavos, apuntalando el ascenso de Londres como centro financiero global. En Estados Unidos, los dueños de las plantaciones se beneficiaron sobremanera del trabajo forzoso de los esclavos africanos, particularmente la producción de algodón. A mediados del siglo XIX, el algodón de los estados esclavistas representaba más de la mitad de todas las exportaciones estadounidenses, como señaló el historiador Sven Beckert en «Imperio del Algodón» (Empire of Cotton). El comercio transatlántico de esclavos, que abarcó cuatro siglos, generó una inmensa riqueza para las naciones occidentales, desempeñando un papel crítico en la acumulación de capital, lo cual reflejaba la brutal realidad del proceso de globalización dominado por estos países. MOTIVACIÓN TRAS LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Mientras estudiaba en la Universidad de Oxford, en 1938, Eric Williams hizo una afirmación pionera en su folleto «Capitalismo y Esclavitud», argumentando que la abolición de la esclavitud en Occidente no fue impulsada por un despertar moral, sino por intereses económicos y necesidades estratégicas. Este argumento causó un revuelo en los círculos académicos, al desafiar la visión dominante de que el humanitarismo era la fuerza principal detrás del movimiento abolicionista. El manuscrito de Williams fue inicialmente rechazado por el editor británico Fredric Warburg como «contrario a la tradición inglesa». Williams, quien más tarde se convertiría en primer ministro de Trinidad y Tobago, demostró que la riqueza generada por los esclavos alimentó la Revolución Industrial y que, a medida que el capitalismo maduraba, la esclavitud acabó siendo un obstáculo para el libre comercio y la expansión capitalista. El historiador ghanés Yaw Anokye Frimpong reveló que la disminución de la demanda de mano de obra esclava se debió sobre todo a los avances tecnológicos. A medida que las máquinas comenzaban a funcionar durante todo el día en los países industrializados, la necesidad de mano de obra disminuía, convirtiendo a las personas esclavizadas, con límites en términos de eficiencia y horas de trabajo, en una carga económica. El fin de la esclavitud, opinó el historiador, no fue una repentina epifanía moral, sino el resultado de varios factores, incluyendo cambios en los patrones de producción, debates morales y desafíos legales. Además, cuando se exigió a los comerciantes y propietarios de esclavos que renunciaran a su «propiedad», recibieron una compensación sustancial. Por ejemplo, los antepasados del ex primer ministro británico, David Cameron, recibieron una gran suma tras la aprobación de la ley que abolió la esclavitud en 1833. Sin embargo, los millones de esclavos africanos no recibieron nada por siglos de sufrimiento. A medida que avanzaba la Revolución Industrial, los recién empoderados capitalistas occidentales buscaron materias primas más baratas y mercados ampliados. Las plantaciones coloniales, dependientes del trabajo esclavo, monopolizaron los suministros de materias primas. El trabajo forzoso a largo plazo, junto al agotamiento del suelo, condujeron a una menor productividad y costes más altos, haciendo que los capitalistas emergentes buscaran destruir la economía de plantaciones dependiente de la esclavitud. Simultáneamente, los africanos nunca dejaron de resistir frente a la esclavitud. Inspirados por la guerra de independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, estallaron revueltas a gran escala a finales del siglo XVIII, en particular la Revolución Haitiana. Estos levantamientos dispararon los costos de mantener la esclavitud. En 1807, el Parlamento británico aprobó la ley de abolición del comercio de esclavos, seguida por legislaciones similares en otros países europeos. Sin embargo, el lucrativo comercio de esclavos persistió «fuera del radar». Para esquivar las multas, en ocasiones, los esclavistas ataban rocas alrededor de sus cautivos y los tiraban por la borda cuando eran perseguidos en el mar. El comercio transatlántico de esclavos solo terminó, de forma efectiva, a finales del siglo XIX. Pero el sufrimiento de África estaba lejos de terminar. Tras la conferencia de Berlín (1884-1885), las potencias occidentales intensificaron su lucha por África, lo que condujo a la partición del continente. Esta división absurda dejó un legado de pobreza y subdesarrollo que persiste hasta la actualidad en África. «Originalmente, teníamos nuestra propia escritura y formas de comunicación. La esclavitud provocó la pérdida de muchos jóvenes africanos, causando estragos en el patrimonio civilizador y en el desarrollo social de África», denunció Anokye Frimpong. También señaló que la imposición de fronteras artificiales durante la colonización fragmentó todavía más la unidad africana, una división que persiste en países como Ghana. «ÁFRICA DEBE UNIRSE» Dentro del Parque Conmemorativo Kwame Nkrumah, en Accra, una cita del líder panafricano dice lo siguiente: «no soy africano porque haya nacido en África, sino porque África nació en mí». Ghana declaró su independencia el 6 de marzo de 1957, convirtiéndose en la primera nación del África subsahariana en liberarse del dominio colonial occidental. En esa jornada histórica, Nkrumah proclamó: «nuestra independencia no tiene sentido a menos que se vincule con la liberación total del continente africano». Nkrumah, conocido como el «Padre de Ghana», fue un ferviente defensor del panafricanismo. En su libro «África debe unirse» pidió la unificación de todas las naciones africanas para lograr una verdadera independencia y prosperidad. La visión panafricana resonó entre los descendientes de africanos esclavizados en toda la diáspora. La primera conferencia panafricana celebrada en Londres, en 1900, reunió a delegados de Estados Unidos, las indias occidentales y África para discutir la difícil situación mundial de los negros y exigir el autogobierno de las colonias de África y el Caribe. Un año después de la independencia de Ghana, la primera conferencia de Estados africanos independientes se celebró en Accra, en abril de 1958, sentando las bases para lo que se convertiría en la Organización de la Unidad Africana (OUA). «La lucha de Ghana por la independencia no se trataba solamente de liberar a un país, se trataba de liberar a todo el continente del dominio colonial y restaurar la unidad africana», declaró Anokye Frimpong. «Hoy, las naciones africanas se esfuerzan por superar los legados históricos y construir un futuro unido y próspero», agregó. Fundada en 1963, la OUA encarnaba el ideal panafricano, desempeñando un papel crucial en la descolonización de África y la mediación de conflictos interestatales. La OUA fue sustituida por la Unión Africana (UA), en 2002, marcando un nuevo capítulo en la búsqueda del desarrollo y la autosuficiencia de África. El 1 de agosto de 1998, los restos de dos esclavos africanos pasaron por la «Puerta de No Retorno» del castillo de Cape Coast, Ghana, para retornar a su patria. Este acto simbólico transformó la «Puerta del No Retorno» en la «Puerta del Retorno», inaugurando una nueva era de memoria, reconciliación y solidaridad. En una reunión conjunta en Accra, en noviembre de 2023, los delegados de la UA y CARICOM acordaron establecer un fondo global para las reparaciones. Esta iniciativa demanda una disculpa formal y reparaciones de las naciones europeas por las atrocidades de la esclavitud en África. Durante su discurso en la conferencia, el presidente Akufo-Addo de Ghana subrayó que, si bien ninguna cantidad de dinero puede restaurar el daño causado por el comercio transatlántico de esclavos, el tema de las reparaciones es uno que el mundo debe enfrentar y ya no puede ignorar. Mensah, guía en Ghana, apuntó que seguirán adelante, pero que nunca deben olvidar la historia. Es importante valorar la cultura y los valores y dejar que estos guíen el futuro, para que la tragedia de la historia no se repita, aseveró. De hecho, los africanos nunca han olvidado las atrocidades del pasado. Con el Sur Global cada vez más vocal, los africanos, como parte del mismo, se han vuelto más seguros y empoderados para luchar por la justicia y los derechos que merecen. Fin

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